Tras la terrible experiencia en Torrejón de Ardoz, en la peña apenas quedaron una decena de personas. No eran pocos los que creyeron entonces que esta asociación tocaba a su fin y, por poco no acertaron. Sin embargo, la pequeña capacidad del recinto de la Castellana y su cercanía con la grada hizo que, pese a estar colocados en el segundo anfiteatro, a los miembros de esta peña fuera a los únicos que se les oía animar partido tras partido.
Pese a que las pocas personas que componían por aquel entonces la peña (llegamos a ser tan solo 7) impidieron la realización de nuevos tifos y mosaicos, este hándicap no logró impedir emotivos actos de homenaje como el tributado a Herreros. Y es que sería precisamentee en el histórico pabellón donde se empezó a fraguar la reconversión que acabó salvando a la peña. Nuevo logotipo y nuevas camisetas fueron las primeras medidas de muchas que acabaron cristalizando ya en Vistalegre.